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jueves, noviembre 21, 2024
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Desgarradora carta de Adriano: «soy el mayor desperdicio del fútbol»

Toda una generación creció con los «misiles» de Adriano Leite, más conocido como «El Emperador».

El delantero brasileño hizo brillar a media Europa gracias a un físico privilegiado y su pegada a la pelota que hacía temblar a sus rivales ahora afronta una nueva vida en su Río de Janeiro natal.

Disfrutó de sus mejores años como delantero del Inter de Milán. Lamentablemente, la salud mental le jugó una mala pasada, lo hundió en la miseria e hizo que dijera adiós a todo lo que él más amó durante toda su vida.

Su última aparición generó una importante preocupación entre sus paisanos y amantes del deporte rey en general. «El Emperador» ha querido contar su verdad en la afamada revista The Players Tribune.

“¿Sabés lo que se siente ser una promesa? Lo sé. Incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Disfruto de este estigma. No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta ir a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosco de Naná», se definió el exatacante.

Enseguida, relacionó su adicción al alcohol con un difícil contexto familiar: “Tenía 14 años y en nuestra comunidad todos estábamos de fiesta. Había mucha gente, samba, gente yendo y viniendo. En aquella época, yo no era bebedor. Pero cuando vi a todos los chicos haciendo sus cosas, riéndose, dije ‘aaaahhhh’. No había manera. Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de ‘diversión’ se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda”.

Almir Leite Ribeiro, conocido como Mirinho, no se lo dejó pasar: “‘Pará ahí mismo’, gritó. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. ‘Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano está creciendo’, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la arrojó a la zanja. ‘Yo no te enseñé eso, hijo’, dijo”, explicando que su abuelo paterno había fallecido a consecuencia del alcoholismo.

La situación de su padre por ese entonces ya había cambiado radicalmente desde hacía cuatro años: “Le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. La bala entró por su frente y se alojó en la parte posterior de su cabeza. Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma, mi padre comenzó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo un ataque epiléptico frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo”.

El hecho motivó que el ingreso familiar recayera en el trabajo de su madre y que fuera su abuela la que lo llevara a entrenarse en Flamengo, con una red de apoyo de vecinos y amigos.

En 2004, luego de que Adriano fuera el goleador de la Copa América con Brasil, Mirinho falleció y su hijo reconoce que nunca logró superarlo: “La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver”.

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