Por Ana Balbuena https://www.linkedin.com/in/anaibalbuena/
La semana pasada compartí una anécdota personal, que me llevó a una breve introducción sobre la Agilidad. Palabra que está muy de moda sobre todo en el mundo de las organizaciones.
Como todo lo que se pone de moda, se vuelve deseable, y como toda moda, muchas veces se usa sin pensar, sin detenernos a reflexionar si nos gusta, si va con nosotros, o incluso cómo se usa. Exactamente esto es lo que ocurre con la agilidad.
Hoy en dia, toooodas las organizaciones quieren ser ágiles…pero la agilidad es más que post its, es más que oficinas decoradas y abiertas. en mi rol de consultora, me ha pasado de trabajar con clientes que encaran proyectos bajo la supuesta premisa de la agilidad, del deseo de la transformación, y sucede que entre el inicio del proyecto, y el transcurrir del mismo, todo el compromiso y el entusiasmo se desvanecen.
Cómo? Los líderes que sponsorean el proyecto ya no aparecen en las reuniones ni hacen seguimiento, mismos miembros del equipo superponen reuniones o son tapados por la operativa del dia a dia, lo que trae como consecuencia desdibujar el propósito del proyecto.
La Agilidad es una filosofía, es más que un set de herramientas, es una forma de ser, de pensar y de hacer en un mundo complejo. La agilidad es maravillosa porque su foco está en las personas y en la diversidad cognitiva. Tiene como fin último la creación de valor.
Como todo lo nuevo, requiere dedicación, horas de aprendizaje, y repetición, y todo esto tiene como título principal: INVERSIÓN. Las horas de aprendizaje, capacitaciones, el valor hora del conocedor de la herramienta, etc. Suelen ser “detalles”que se subestiman y rápidamente se van diluyendo con el transcurrir del proyecto, lo que trae como consecuencias, desmotivación y falta de credibilidad de los colaboradores que participan, y luego en toda la organización en sí, la sensación de frustración por parte del consultor que intenta enseñar la metodología, y al fin la muerte del proyecto.
Es muy común asumir que aprendiendo algunas herramientas técnicas, uno ya es, en este caso, agilista. Nada más lejos, la mentalidad ágil es una manera de vivir en la organización, y también aplicable al día a día. Pero no se logrará sino con constancia y convicción inicialmente de la alta dirección, de que ese es el camino que queremos trazar para alcanzar una verdadera transformación en la organización. De lo contrario, estamos frente a una muerte anunciada.