En medio de un escenario desafiante para el sector ganadero, Pedro Galli, expresidente de la Asociación Rural del Paraguay (ARP) y rector de la Universidad Rural del Paraguay (URP), advirtió sobre un problema que, aunque no es nuevo, se ha acentuado en los últimos años: la falta de previsibilidad en el negocio ganadero. En entrevista con Radio 1000 e InfoNegocios, el dirigente sostuvo que esta incertidumbre ha impactado directamente en la capacidad de inversión de los productores y ha frenado el crecimiento del sector.
Galli explicó que desde mediados de los años 90 hasta el 2014 se vivió un crecimiento sostenido en la ganadería nacional. Sin embargo, desde entonces el ritmo se estancó. “Mucho se atribuye a la inestabilidad de los precios”, afirmó. El problema no es solo que los precios bajan, sino que lo hacen de forma prolongada, mientras que las subidas suelen ser breves y abruptas. Esta montaña rusa impide planificar a largo plazo.
Pero el factor económico no es el único. A esto se suman las contingencias climáticas, especialmente en el Chaco, que ha sufrido prolongadas sequías en los últimos cinco años. “La gente no puede cumplir con sus compromisos. Ya están endeudados, ya están con problemas”, lamentó Galli. El impacto de estos eventos naturales ha puesto en jaque no solo la producción sino también la estabilidad financiera de muchos establecimientos.
El expresidente de la ARP también señaló una “asimetría” entre la industria frigorífica y el sector primario. “Cuando hay precios bajos, la industria sigue manteniendo sus márgenes en detrimento del productor”, aseguró. Y explicó que el mercado paraguayo solo puede absorber entre el 25 y el 30% de la producción ganadera, por lo que el grueso de la carne debe exportarse. Esta sobreoferta interna y la concentración del poder de compra en manos de seis o siete grupos industriales crean, según Galli, un “oligopsonio” poco saludable.
En efecto, Galli denunció que dos grandes frigoríficos manejan casi el 70% del mercado de compra, dejando a miles de productores sin poder real de negociación. Esta situación genera una distorsión en la cadena de valor de la carne, donde los riesgos son asumidos casi exclusivamente por el productor.