Por Ana Balbuena https://www.linkedin.com/in/anaibalbuena/
En los últimos años, muchas organizaciones han adoptado la diversidad como una bandera. Pero ¿cuánto de ese compromiso es real y cuánto responde solo a tendencias pasajeras?
En América Latina, el desafío es profundo y requiere ir más allá de las palabras para transformar estructuras, procesos y actitudes. La historia, la cultura y la desigualdad de nuestra región nos atraviesan de formas muy particulares, trabajar en diversidad no es solo una cuestión de representación, es una invitación a revisar nuestros sesgos, abrir espacios para voces distintas y desarmar estructuras que históricamente han favorecido a unos pocos.
Algunos datos que quizás incomodan, pero como siempre, el objetivo es que inviten a la reflexión:
– Solo el 27% de los cargos directivos en LATAM están ocupados por mujeres (Cepal, 2024).
– Menos del 2% de las empresas latinoamericanas tienen políticas activas para incluir a personas con discapacidad (OIT, 2023).
– Apenas 1 de cada 10 empresas mide el impacto de sus acciones de diversidad e inclusión (McKinsey LATAM, 2023).
Atención!
La inclusión no ocurre porque pongamos una frase inspiradora en la pared. Ocurre cuando nos atrevemos a hacer preguntas incómodas, cuando dejamos de hablar de “personas diversas” como si fueran un grupo aparte, y cuando entendemos que todas las personas somos diversas en algún aspecto.
Desde la óptica de RRHH, me hago —y les hago— las siguientes preguntas:
¿Incluimos cuando diseñamos procesos de selección?
¿Cuando lideramos reuniones?
¿Cuando realmente escuchamos a quien piensa distinto o proviene de otro entorno?
La diversidad enriquece, sí. Pero solo si estamos dispuestos a transformar la forma en que miramos, decidimos y actuamos.
¿Qué estás haciendo en tu entorno laboral para que la inclusión sea más que una palabra linda? Y porque hablar de esto también es parte del camino, te invito a compartir una práctica, una duda o incluso una resistencia
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