El partido entre Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile pasó a un segundo plano ante los brutales hechos acontecidos en el estadio Libertadores de América.
Lamentablemente, la revancha entre rojos y azules, por los octavos de final de la Copa Sudamericana, debió enfrentar muchas dificultades desde su inicio, hasta que ya no pudo concluir ante la gravedad de la situación. Otra vez, un encuentro de Conmebol fue cancelado por incidentes, principalmente, entre barrabravas, que pusieron en entredicho la realización normal de un encuentro importante, para definir a un cuartofinalista.
El primer tiempo se jugó de manera normal, llegando al entretiempo con un empate 1-1. Sin embargo, se desataron los incidentes entre las hinchas del Rojo y de los azules.
La barra de la U se ubicó sobre una de las tribunas donde estaban forofos argentinos. El lanzamiento de proyectiles, por ejemplo butacas, fue de una barra hacia la otra. La historia había comenzado en la previa, cuando algunos buses de aficionados chilenos fueron atacados.
A través de altoparlantes, se insistió más de una vez en el desalojo del sector de la U. Se jugaron apenas tres minutos del segundo lapso. El dramático partido de Copa Sudamericana quedó empañado por la violencia.
Las imágenes son dantescas: varios aficionados inconscientes sobre la propia grada, personas tratando de huir sin ropa mientras eran apaleadas, gente saltando al vacío para evitar los golpes… y ausencia absoluta de la policía. El saldo es de más de 300 detenidos y 10 heridos graves, de los cuales hay uno de ellos en estado crítico.
«Lo sucedido en Avellaneda entre las hinchadas de Independiente y Universidad de Chile está mal en demasiados sentidos, desde la violencia en las barras hasta la evidente irresponsabilidad en la organización. La justicia deberá determinar los responsables», afirmaba Gabriel Boric, presidente de Chile.
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