Aparecen cada vez más a menudo objetos voladores no identificados en los cielos de los países europeos, desde Polonia, Suecia hasta Dinamarca y Noruega, pasando por Estonia y Rumania, que bloquean los aeropuertos e infunden oscuros temores sobre la posible e incontenible escalada de la guerra entre Rusia y Occidente. Los comandantes de la OTAN intentan mantener la calma y condenan estas incursiones como «detalles de un panorama general provocado por el comportamiento irresponsable de Moscú».
Entre los muchos objetivos de la «guerra híbrida» rusa, en efecto, Moldavia parece ser uno de los más próximos y simbólicos, junto con Estonia, donde los rusos se sienten obligados a imponer su «misión de salvación» para los pueblos históricamente vinculados a Moscú. En Chisináu desestiman las alarmas sobre la influencia rusa, afirmando que «la UE se expande para incluir países en el espacio de paz y bienestar», pero de todas formas es evidente el interés de los rusos en el futuro de Moldavia, en momentos en que se acercan las elecciones parlamentarias del 28 de setiembre.
El profesor Aleksandr Astrov, de la universidad de Europa Central, afirma que «según Putin, Europa en realidad no existe, divide el mundo entre Rusia y Estados Unidos, según las potencialidades bélicas y tecnológicas, el resto son solo habladurías», y por lo tanto los europeos «pueden ir a fumar en el pasillo, mientras Vladimir y Donald se ponen de acuerdo sobre las cosas importantes». Ya no existe una verdadera «alianza transatlántica», es más, hoy esta línea de acuerdo ya no concierne a Europa, sino que une directamente Moscú y Washington, sea desde occidente o desde oriente, como ha demostrado el encuentro en Alaska entre Putin y Trump.
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