En las últimas semanas, canales y medios han documentado una estrategia sorprendente del ejército ruso: lanzar escuadrones enteros sobre motocicletas para romper las líneas ucranianas. La razón detrás es tan simple como siniestra: los tanques son blancos lentos y costosos, los soldados a pie no sobreviven lo suficiente, y las motos, aunque vulnerables, pueden moverse rápido y dispersarse.
Se calcula que cerca del 25 % de los combatientes rusos en ofensivas terrestres utilizan ahora este tipo de transporte. Estas cargas masivas —algunas de más de 100 motoristas- tienen tasas de mortalidad extremas. La velocidad se ha convertido en su única defensa ante los drones FPV ucranianos, capaces de alcanzar 190 km/h y guiarse hasta sus objetivos con precisión milimétrica.
Frente a esta amenaza constante, los propios soldados rusos han comenzado a compartir guías de supervivencia en Telegram. “Tu moto no es armadura, es velocidad”, resume una de ellas.
Ucrania, en cambio, enfrenta un dilema más complejo. Su población es limitada y el margen para asumir bajas es mucho menor. Por eso, sorprende que el 425.º Regimiento de Asalto Independiente ucraniano haya anunciado la formación de su propia compañía de motociclistas.
«Durante el entrenamiento, los combatientes pasaron cientos de horas al volante y practicaron tiro en movimiento, disparando miles de balas», afirmó el regimiento, con la misión de penetrar rápidamente las líneas enemigas y realizar ataques de alta movilidad.
Pero el riesgo es evidente. ¿Puede Ucrania permitirse el lujo de imitar una táctica que, por su propia naturaleza, supone la casi segura pérdida de los efectivos enviados al frente? ¿Aceptará la sociedad ucraniana las consecuencias humanas de estos asaltos?
Por ahora, Rusia sigue presionando al norte de Zaporiyia con seis o siete ataques diarios. «La mayoría de estos motociclistas son suicidas. Pero, aparentemente, están completamente satisfechos con ello», resumieron los Peaky Blinders.
Discussion about this post