Por Gonzalo Quintana
La ilusión recibió un garrotazo de la realidad. Van quedando pocas esperanzas simplemente porque para los paraguayos “esperanza nda javeiva”, no se pierde, no se marchita a pesar de las evidencias (nada racional).
Posiblemente en nuestro subconsciente está instalado fuertemente que no “hay mal que dure 100 años”, aunque sus consecuencias pueden impactar por décadas.
Hace más de 30 años nos ilusionamos, teníamos razón para ello, que la dirigencia política, después de décadas de confrontación, de exclusión, de persecución y de designación a dedo de autoridades y recursos, sería capaz de conducir a la nación hacia la inclusión, la participación, la elección, el control republicano. Es decir, hacia la democracia plena.
Este proceso, este transito a la democracia la conocemos como “transición democrática”. Claramente, en hasta no hace mucho fuimos mejorando en sus dos aspectos fundamentales.
Sabíamos que nuestro camino a la democracia tendría a los partidos políticos como los pilares para sostener el proceso en base a dos factores claves.
Los partidos políticos podrían organizar las demandas de la sociedad y gradualmente lograr la inclusión, la participación. para superar la exclusión. También, serían la herramienta idónea para permitir la elección y superar la designación que dejaba sin “representación” del soberano. Las autoridades eran designadas de acuerdo con la conveniencia e intereses del director (inclusive el capricho), constituido en “soberano” en el sentido que no había un poder, local, superior a la de él.
En poco tiempo, en un ambiente de libertad, la inclusión se vio fortalecida por la incursión en el escenario político de unas formas organizadas de participación de la sociedad civil. Se los conoce como ONG´s, y se constituyen para defender y promover, ante la sociedad y el poder político, los asuntos que les interesan.
La mejor manera de desorganizar el proceso hacia la democracia es debilitando sus estructuras y anulando su función en ese proceso. ¿Porque lo harían?
Porque no quieren democracia ni república. Quieren autoritarismo puro y duro y un sistema feudal en donde el “señor” dispone del poder, de bienes y recursos.
¿Como lo pueden hacer? Teniendo pleno control: 1) de los partidos político y 2) de las organizaciones de la sociedad civil, sea cual sea su denominación.
Esta destrucción es al mismo tiempo el camino de construcción de un gobierno excluyente; no de fortaleza democrática, sino que de prepotencia mayoritaria. En estas condiciones la democracia y los derechos individuales están en serio riesgo. Lo advertía Thomas Jefferson:
“Un gobierno suficientemente grande como para darte todo lo que quieres, es lo suficientemente fuerte como para sacarle todo lo que tienes”
Lo dicho, no podemos llegar a destino (la democracia) cuando transitamos el camino en sentido contrario. Debemos abandonar el camino que estamos transitando en la actualidad y retomar como principio innegociable la elegibilidad, la inclusión y la limitación del poder político hoy constituido en KAKISTOCRACIA (el gobierno de los ineptos).