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jueves, diciembre 26, 2024
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Cuando la Patria no es una

Por Gonzalo Quintana

Postergué esta serie aunque me asiste la convicción que nosotros, los paraguayos, no tenemos mucho más tiempo para revertir la tendencia política actual que amenaza nuestro proceso democrático y la construcción de la institucionalidad republicana como resultado de un esfuerzo colectivo de la Nación. Institucionalidad que es condición imprescindible para lograr el desarrollo.

Postergué porque no estaba seguro  que sea válido; tiendo más a pensar que es incorrecto, tomar como ejemplo a la Diputada argentina Natalia Zaracho, cuando que tenemos entre nosotros a tantas personas con el mismo testimonio de vida y que fueron catapultadas por una dirigencia sin ética y absolutamente egoísta e irresponsable, a  cargos a los que no hubieran podido acceder si no fuera porque esa nefasta dirigencia vio la posibilidad de obtener votos por la vía de la demagogia y, además, que podrían ser manipuladas ya en el ejercicio del cargo.

No le estoy echando la culpa a la señora diputada (posiblemente sea inimputable; más bien es una víctima).

Mi intención es que su vida,  sus orígenes llenos de carencias, precariedades, ausencias, limitaciones y, sobre todo – su poder, es lo único que me interesa ahora –  sea una llamada de atención para nosotros que no estamos percibiendo que tenemos los mismos síntomas de una enfermedad que llevo a un gran país de enormes riquezas a padecer, en la actualidad, un proceso económico y social tremendamente doloroso producto de la decisión política de construir poder político sobre la ignorancia, la pobreza y la indignidad de las personas.

A esta señora le convencieron de que su pobreza económica e intelectual era el producto de un adversario político que quería tragarse a ella y a su país. A partir de ahí minaron su moral. Ya no pudo distinguir el bien del mal.

Cuando, supongo, sin querer, dijo: “Le quitan los planes a personas fallecidas…” está describiendo una práctica que nosotros también la sufrimos. 

Esta corruptela es grave, pero es mucho más grave cuando afirma y jura con convicción: “Por la patria cartonera y por la lucha de los pobres”. Esta expresión es el producto de un “trabajo” político que instaló en la sociedad; que hay una patria cartonera, una patria contratista, una patria financiera, una patria para los ricos y otra para los pobres.

Ya no pudo identificar que la patria es una y que la multiplicidad de “patrias” construídas a partir de intereses bastardos termina destruyendo a la Patria que es única.

Es la política de los extremos, de la confrontación, de la polarización y de la violencia si hace falta. Yo percibo  en nuestro país, conductas y síntomas parecidos a los instalados por los K, en su país. Y vengo repitiendo: que no nos ocurra

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