Por Ana Balbuena https://www.linkedin.com/in/anaibalbuena/
No hablo desde el prejuicio. Hablo desde la experiencia.
Durante algunos años trabajé en el sector público, puntualmente en la Municipalidad de la Ciudad de Corrientes, dentro de la Secretaría de Desarrollo Económico. Lo cuento en primera persona porque no hablo desde la teoría ni desde el prejuicio, sino desde la experiencia.
Hay una pregunta que me acompaña desde entonces y que vuelve cada vez que escucho el clásico comentario: “y bueno… es empleado público”. ¿En qué momento ese comentario se volvió un cliché tan aceptado? ¿Y qué hay detrás de él?
No creo que el problema sean las personas. Al contrario: conocí profesionales valiosos, comprometidos, con verdadera vocación de servicio. Entonces, si no son las personas, la pregunta incómoda es otra: ¿qué tipo de mentalidad estamos fomentando dentro de la administración pública?
Cuando los sistemas premian la repetición y no la iniciativa, cuando equivocarse tiene más costo que no hacer nada, cuando la innovación se percibe como una amenaza y no como una oportunidad, lo que se instala es una mentalidad fija. Una mentalidad que se aprende, se refuerza y, con el tiempo, se naturaliza.
Y ahí el foco se corre inevitablemente hacia el liderazgo.
Porque la mentalidad no nace sola: se modela, se habilita o se bloquea desde arriba.
¿Qué hace hoy un líder en el ámbito público para promover una mentalidad de crecimiento? ¿Se fomenta el aprendizaje continuo? ¿Se habilitan conversaciones honestas? ¿Se reconoce al que propone algo distinto, aunque no salga perfecto?
No alcanza con sumar tecnología si no nos animamos a revisar las creencias que la acompañan.
La verdadera transformación en el sector público no es solo digital: es cultural, es mental y, sobre todo, es una responsabilidad del liderazgo.
Porque las personas no actúan solo en función de normas o procesos, sino de aquello que creen posible, permitido o valorado. Y esas creencias se construyen —o se refuerzan— todos los días, desde los espacios de conducción.
Entonces, la invitación es a pensar:
¿Qué creencias estamos promoviendo hoy desde el liderazgo público? ¿Cuáles siguen sosteniendo los viejos clichés? ¿y cuáles necesitamos soltar para que, de a poco, empiecen a darse vuelta?

























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