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viernes, noviembre 1, 2024
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La mala hora

Micro tratado de sociología latinoamericana y de manejo político tercer mundista, amalgama perfecta entre realismo mágico y realpolitik, “La Mala Hora”, obrita maestra del genial GABO, grafica con elocuencia descarnada la degradación social que se produce cuando la clase política da rienda suelta a sus apetitos desenfrenados de poder sin reparar en los efectos nocivos que, bajo esa lógica, se generan a nivel comunitario.

En la novela de García Márquez, la indignación ciudadana se patentiza en el pueblo imaginario donde transcurre la trama, mediante la aparición periódica de unos pasquines misteriosos que, a su manera, buscan evidenciar el descontento social generando una serie de trastornos tanto en las esferas de poder como en el seno de la vida privada de los habitantes del lugar que sirvió de inspiración a Macondo. Se trata, en definitiva, de una obra que muestra los efectos devastadores de la violencia colectiva desatada a partir de la persecución política de un bando contra otro.

La alusión a la obra de GABO viene a cuento pues, hace unos días, como parte de la saludable reacción democrática multinivel, multicultural, multisocial y pluri institucional que sacudió al Paraguay por la aviesa maniobra de 23 Senadores alineados al gobierno (al gobierno real no al gobierno formal por cierto), que derivó en la arbitraria destitución en formato de vendetta siciliana de la Parlamentaria más votada por fuera de los Partidos Políticos tradicionales (más de 104.000 votos), empezaron a circular por el barrio donde resido una serie de Pasquines que, aunque grotescos y chabacanos, permiten, no sin esfuerzo, ejercitar la reflexión cívica en varias dimensiones.

Uno de esos Pasquines anónimos cayó en el patio de mi casa y fue encontrado por mi hijo de 7 años quien, luego de leerlo con la inocencia y la curiosidad propias de los niños, me entregó el documento no sin someterme con posterioridad a un interrogatorio profundo que apuntaba a descifrar el mensaje que encerraba el texto de mal gusto que cayó en sus manos. Transcribo el degradado Pasquín a fin de darle contexto al lector:

“EL SODOMITA IMPOTENTE”

“El decrépito impotente

arremetió prepotente

y haciendo gala de sus artes

sometió al propio Cartes”

“En el quincho dicta la misa

y a los esbirros sodomiza

Aprovechando que por cobardía

sacrificaron su hombría”

“En un patético espectáculo

los sodomiza por el culo

Dirigiendo la nave a un entuerto

el mismísimo pájaro muerto”

“Su falta de virilidad

no le impide dirigir el corral

Pues entiende que por vanidad

Santi Peña se volvió inmoral”

“La brillante oportunidad

que a Peña le dio el presente

Se perdió por su indignidad

frente al sodomita impotente”

“En su vanidosa caverna

sodomizado por Galaverna

Vive Peña dando gracias

al patrón de las mafias”

“Sin siquiera advertir

que nos roban el porvenir

Por su falta de patriotismo

Paraguay caerá al abismo”

Fin de la cita.

Imaginará el lector el aprieto que tuve que enfrentar sometido al interrogatorio de un niño de 7 años a quien todavía no puedo explicarle el funcionamiento del mundo con ideas muy abstractas y complejas: “¿papi, qué significa sodomita?, ¿Qué quiere decir impotente?, ¿Quién es Peña? ¿Quién es Galaverna?, ¿por qué el papel dice que el país cayó en un abismo?, etc., etc.

Muy temprano para un escocés o un bourbon, me preparé un té de manzanilla y asumí el desafío de convertir el degradado Pasquín en una oportunidad para ejercitar con mi pequeño hijo la musculatura cívica consciente de que el accionar miserable del grupúsculo minoritario que hoy maneja el país a su antojo, repercutirá gravemente no solo en su futuro sino en el futuro de todos los jóvenes que sueñan con un país que brinde oportunidades genuinas de mejorar sus vidas mediante el sacrificio, el esfuerzo y la cultura del trabajo.

Sorteado el difícil escollo de traducir a lenguaje pedagógico el vulgar léxico del Pasquín, le expliqué a mi hijo que no debe preocuparse por Galaverna quien es apenas un personero acomplejado al servicio del mejor postor que será recordado como una suerte de Flautista de Hamelin criollo; vale decir, un personaje vil que supo cautivar a muchas ratas sometiéndolas con su inescrupulosa y resentida retórica llena de falacias incompatibles con un proyecto de vida comunitario. Le expliqué que las “hazañas” de ese personaje vil de la fauna política local se reducen al robo de galletas y de fariña en detrimento de soldaditos hambrientos según lo denunció un líder respetado de su propio Partido o al fraude electoral reconocido por él mismo con el que le cobró a ese mismo líder la humillación pública o a un video patético con pretensiones de virilidad gauchesca que él mismo grabó en un motel acompañado de dos damas exuberantes que se viralizó posteriormente y que le permitió ganarse, merecidamente, por derecho propio y de manera inapelable dada la elocuencia del video, el mote de “pájaro muerto”.

Continué explicándole a mi hijo que Peña es el Presidente del Paraguay desde agosto de 2023, a quien aprecio mucho en términos personales y en quien tenía grandes esperanzas (de hecho escribí un artículo bajo ese título -“Grandes Esperanzas”- cuando ganó las elecciones — https://robertmarcialgonzalez.medium.com/grandes-esperanzas-92135b011e06) pero que lamentablemente no está dimensionando que tiene en sus manos la brillante oportunidad de reconducir el destino del Paraguay estableciendo límites básicos al ejercicio del poder de las mayorías políticas exigidos por la Democracia Constitucional para que podamos administrar nuestras legítimas diferencias con altura y dignidad a fin de despegar de una vez como país serio.

Le expliqué que el Paraguay vive momentos aciagos debido a que el Presidente se desentiende de su compromiso de tomar las riendas de la situación incluso en su propio beneficio. Le señalé que la falta de liderazgo del Presidente derivará en una implosión social que se traducirá en un darwinismo descarnado donde los que apostamos por los valores y principios democráticos (e incluso los que en el corto tiempo serán desechados por los pocos inescrupulosos a los que hoy sirven obsecuentemente) tendremos que resistir como se pueda sin descartar que tengamos que huir de un país que hoy está más cerca de Venezuela, Nicaragua o Ecuador que de Uruguay, Costa Rica o Chile. Le recordé que, más allá del dolor, el desconsuelo y la impotencia, la mayor parte de la vida independiente del Paraguay se desenvolvió en un formato autoritario, donde la libertad y el pensamiento crítico no tuvieron cabida lo que simplemente, nos obliga hoy, a estar a la altura del desafío circular que nos propone la historia.

Con respecto al degradado Pasquín que cayó en sus manos, traté de explicarle que la falta de un liderazgo virtuoso hace que la sociedad reaccione de muchas maneras para exteriorizar su descontento; y que si bien es entendible que la impotencia genere reacciones virulentas, agresivas y de mal gusto, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo por no caer en la lógica maniquea instalada por quienes apuntan a convertir al Paraguay en el epicentro del crimen organizado en alusión, claro está, a ese grupo de sicarios cívicos serviles (por acción u omisión) a los caprichos de su inescrupuloso patrón.

Finalmente, luego de un par de horas de un intercambio tan edificante como desgarrador, le expliqué que felizmente en el Paraguay, tanto hoy como ayer, se pueden identificar referentes cívicos y políticos en quienes espejarnos. Hoy como ayer existen bastiones de resistencia desde donde se entiende la gravedad de la situación y se dimensiona que, enfrentados a “La mala hora”, más que nunca, entre todos, debemos inspirar con el ejemplo pues nuestra efímera permanencia en este valle de lágrimas, se define, precisamente, por nuestra capacidad de dar todo lo que tenemos (alma, corazón y vida) en favor de una sociedad abierta, plural e inclusiva donde, quienes gozamos del privilegio de la inclusión, tenemos el imperativo ético de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que los valores de la Democracia Constitucional (libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia, respeto a las minorías, oportunidades de vida buena, etc) se conviertan en realidad.

Para ello, le dije, resulta imprescindible que la sociedad civil, los gremios, las universidades, las iglesias, los centros de pensamiento, los productores, los campesinos, los empresarios, los trabajadores, los miles de jóvenes del país, los menos favorecidos, las voces críticas, las minorías, los excluidos, los marginales, expresen ruidosamente su descontento de manera a que las instituciones de control en general y la Corte Suprema de Justicia en particular, pongan las cosas en su lugar restableciendo el Estado de Derecho en la inteligencia que solo por ese camino la ciudadanía encontrará oportunidades genuinas sin necesidad de sacrificar la dignidad, la esperanza o la alegría vital que hoy pretenden arrebatarnos.

Creo que superé la prueba a la que me sometió el Pasquín que desató el duro interrogatorio de mi pequeño hijo. “Gracias papi. Tengo miedo pero te prometo que voy a luchar” me dijo con voz resquebrajada antes de abrazarme muy fuerte con sus manitos trémulas, su corazón palpitante y sus ojitos llenos de lágrimas.

Hago fuerzas para que la próxima conversación cívica que mantenga con mi hijo sea propiciada por un documento institucional que restaure la convivencia pacífica y los valores democráticos y no, por un Pasquín que degrada el debate republicano abonando la violencia que propicia un sector de la clase política que no entiende que en Democracia no tiene cabida el descarado consejo de Maquiavelo: en la Democracia Constitucional el fin nunca justifica los medios. Esa es, ni más ni menos, que la principal conquista jurídico — política de la humanidad !

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