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lunes, septiembre 16, 2024
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La paja en el ojo ajeno

Por Robert Marcial González

En las últimas tres semanas, los integrantes del movimiento político oficialista (HC) que sirve de soporte al Presidente del Paraguay (a estas alturas resulta ocioso seguir aclarando que me refiero a quien ejerce el poder y no al servil narcisista que, a costa de su dignidad, simplemente se dedica a complacer los caprichos de su beodo y corrupto patrón), protagonizaron sendos episodios de corte bíblico en los que, cual Caifás liderando el Concilio que convalidó la miserable e inquisitorial condena a Jesús, se desgarraron las vestiduras (Mateo 26:65) compitiendo por quién se golpeaba más fuerte el pecho mientras repudiaban vesánicamente los actos contrarios a los valores que pregonan pero que están lejos de practicar.

En efecto, el escandaloso robo de las elecciones cometido por el dictador Nicolás Maduro en Venezuela (i); la toma de estado público de los patéticos videos de tinte sexual protagonizados por el Senador cartista cuyo nombre no recuerdo pero que es conocido como “Chaqueñito” que derivaron en su expulsión del Movimiento político (ii); y, las nuevas sanciones que los Estados Unidos, conforme a su legislación interna, le impusieron al Sr. Horacio Cartes a quien designaron como significativamente corrupto (iii), desataron el delirio colectivo de los cofrades identificados de cuerpo, alma, corazón y acciones con los valores simbolizados por su líder.

Más allá del patetismo cuasi vomitivo que proyectan siempre las estampas que dan cuenta del ser humano ejercitando dócil pero firmemente la abyección ante el poder, los tres episodios que desataron la ira de los senadores cartistas, brindan insumos interesantes para que exploremos, cuanto más no sea de manera superficial, lo que podríamos llamar de manera un tanto grandilocuente los “escondrijos de la condición humana”.

¿Cuáles son los disparadores de nuestra indignación individual o colectiva? ¿A qué impulsos responde nuestra indignación? ¿Convicción cívica, atavismos tribales, fanatismo? ¿Practicamos a nivel colectivo todo aquello que predicamos en los distintos ámbitos de nuestras vidas? ¿Nos exigimos a nosotros mismos lo mismo que le exigimos a los demás? ¿Queda margen para la necesaria y saludable autocrítica querida por la Democracia Constitucional, cuando abrazamos causas signadas por el fanatismo o cuando todos nuestros esfuerzos se orientan únicamente a lograr que el rey nunca se dé cuenta que va desnudo por la vida? ¿Aplicamos en causa propia el mismo estándar o el mismo rasero que utilizamos para juzgar las acciones de los demás?…

Lamento decepcionar a quienes esperan que, a partir de aquí, intente desplegar filosofía de alto vuelo… Interrumpan inmediatamente la lectura de estas modestas cavilaciones y vuelvan a lo que estaban haciendo antes pues, a continuación, con la torpeza y las limitaciones que me distinguen, tomaré como referencia dos de los tres episodios de desgarramientos de vestiduras antes aludidos, para poner en práctica lo que en mi jerga íntima denomino la “especulación lúdica” que, para colmo, será presentada en formato de sátira teñida por un halo bíblico tal como se preanuncia desde el título mismo. Realizada la advertencia, aquí vamos:

i) Primer desgarramiento de vestiduras: Elecciones en Venezuela. Mal que le pese a aquellas personas o agrupaciones políticas que siguen deslumbradas con la hoz y el martillo o con la esvástica y los tanques, no caben dudas de que Venezuela padece un régimen dictatorial con todo lo que ello implica: abusos de poder, personalismo patológico, aniquilamiento de la institucionalidad, persecución a disidentes, opacidad, corrupción, prepotencia, reivindicación de la verdad oficial, pensamiento único, razón de Estado, toma de decisiones delirantes y serviles orientadas a satisfacer el capricho del dictador sea éste real como en Venezuela o remedo como en Paraguay, grupúsculo de secuaces que se benefician económicamente del secuestro de las instituciones públicas y de los medios de comunicación independientes, manipulación de datos estadísticos, exclusión, marginalidad y el crimen organizado campeando a sus anchas, etc.

En ese contexto, cualquiera que desde los estándares que definen a una Democracia Constitucional ejercite la crítica contra el régimen bolivariano, inevitablemente tendrá la razón. Es claro que resulta inadmisible consentir o tolerar que Occidente permanezca impasible e indolente ante la atrocidad de las dictaduras cuando conocemos perfectamente sus devastadores efectos en todos los niveles comunitarios: público o privado, individual o colectivo, familiar o social, político o jurídico, macro o micro económico, intelectual o espiritual, interno o externo, local o internacional, etc.

Ahora bien, razón al margen, lo que me pregunto es si tienen autoridad moral las voces que desde el cartismo se rasgaron las vestiduras para denunciar lo que ocurre en Venezuela. ¿La facción cartista se auto percibe seriamente democrática? ¿En serio sus integrantes sienten que respetan valores democráticos como la tolerancia, el pluralismo o la transparencia? ¿Son diferentes a Nicolás Maduro y sus secuaces? ¿Propician el debate público? ¿Respetan a la disidencia? ¿Buscan fortalecer las instituciones? ¿Les importan las reglas de juego o las reglas del Estado de Derecho? ¿Muestran coherencia entre lo que dicen y lo que hacen? ¿Orientan sus esfuerzos para generar inclusión o para combatir la marginalidad capitalizada muy bien por el crimen organizado?

De manera a medir el grado de coherencia del oficialismo cartista, veamos qué dicen los hechos.

En exactamente un año de gestión gubernamental, la facción política que sostiene al oficialismo destituyó de manera irregular a la Senadora de la oposición más votada, llevó adelante el procedimiento de pérdida de investidura de la parlamentaria sin considerar la voluntad popular, sin respetar su derecho a la defensa, montando unas causales fraudulentas que luego fueron desestimadas por la justicia, pasaron por encima de las reglas de juego (reglamento vigente) que contemplaba la posibilidad de ser oído, de controlar pruebas, de contar un plazo razonable, que establecía claramente que la decisión se validaba con 30 votos y no con 23, mancharon la honorabilidad de los dos servidores públicos ejemplares a quienes tomaron como chivos expiatorios para darle ropaje formal a la parodia.

En un año de gestión gubernamental han amenazado a la prensa libre y a los políticos disidentes, han expulsado arbitrariamente de su propio partido a un dirigente de base combativo cuyo único pecado fue elevar su voz de protesta contra el patrón, han censurado el debate público so capa de contar con mayoría automática, han aprobado un proyecto de ley para anular la participación ciudadana a través de la sociedad civil organizada, han apañado a corruptitos como el Senador que falsificó su título de abogado o a capo narcos como el Senador ligado a Sebastián Marset o el malogrado Diputado con vínculos probados con Jarvis Pavao.

En un año de gestión de gobierno, han anulado el debate parlamentario suprimiendo el estadio de oradores o dejando sin quorum las sesiones ordinarias para activar su aplanadora mayoritaria en sesiones extraordinarias que se han convertido en la regla y no en la excepción. Han interferido en la acción de la justicia dejando sin efecto el levantamiento de fueros parlamentarios (“des — desafuero”), privando de acceso a la justicia y a la información a la familia del fiscal Marcelo Pecci (víctima del narcotráfico) o amenazando a la Corte Suprema con desacatar las eventuales sentencias que esa facción repute contraria a sus intereses, etc., por referir simplemente algunos de los muchos hechos -se insiste, HECHOS- que marcan inequívocamente que desprecian los valores de la Democracia Constitucional y que tienen un plan para acabar con ella.

La facción cartista, ¿tiene realmente autoridad moral para cuestionar el abuso de poder, la persecución miserable y la falta de respeto a la institucionalidad que distinguen de manera nefasta a Nicolás Maduro? Meta relato o auto percepción de lado, los hechos son inequívocos y muestran que el Paraguay se está venezolanizando a pasos acelerados de la mano de ese grupúsculo funcional al “infalible y todopoderoso único líder” que hoy se desgarra las vestiduras buscando aplacar las náuseas que sienten no tanto por lo que ocurre en Venezuela sino por la carga que pesa sobre sus fétidas conciencias.

En clave bíblica, la respuesta que cabe espetarles a quienes integran la facción cartista que cuestiona a Venezuela mientras internamente aplican diariamente el manual de instrucciones de Nicolás Maduro, se encuentra en Mateo 23:2–13; esto es, ¡Fariseos!

ii) Segundo desgarramiento de vestiduras: Expulsión de la bancada oficialista del senador “Chaqueñito”. Recordemos que el pobre diablo aludido (“Chaqueñito”), había sido recibido con bombos y platillos y con los brazos abiertos por la bancada cartista cuando, seducido por algunos integrantes de ese bando (tómese “seducido” en sentido literal, amplio y libidinoso) decidió cambiar de carpa sin consideración a su electorado. Recordemos también, que en ese momento, la bancada cartista ya conocía las “proezas” sexuales que engalanan el palmarés del pacotillero en cuestión pues, él mismo había alimentado sus redes sociales con muchas y variadas “notas de color”.

Sin embargo, viendo que la fuga de mercachifles de la política incrementó velozmente la mayoría automática de la facción cartista, el grupo autodenominado “pro familia” (sí, así es, además de cuestionar a Venezuela sin autoridad moral, también se proclaman adalides de los valores familiares), en un ataque de moralina exteriorizado de manera grandilocuente y pomposa, decidió aprovechar la aparición de un nuevo video con imágenes contrarias a la moral y las buenas costumbres, protagonizado por “Chaqueñito” (sí, el mismo que un par de semanas antes compartía mesa, misa y comunión con la secta cartista), para expulsarlo del movimiento político no sin antes hacer notar que el mismo era portador de la lepra descrita en el Antiguo Testamento (Levíticos 13:14) como signo del castigo del Señor.

Personalmente, debo reconocer que también considero repudiables -por repugnantes- las producciones cinematográficas del estilo que acostumbra protagonizar el Senador “Chaqueñito”. También puedo entender perfectamente, que un grupo cualquiera, cohesionado disque por valores funcionales a la familia, la moral y las buenas costumbres, entienda que no hay cabida para pervertidos irredentos que se complacen con filmar y viralizar sus “hazañas sexuales” con todo lo que ello implica.

Ahora bien, nuevamente, lo que me cuesta entender del cuadro descrito no es la exclusión de “Chaqueñito” sino cómo resulta posible que ese mismo exacto grupo no solo tolere y acepte la presencia militante y activa (en rigor, no descarto que también sea pasiva) de otro Senador (en rigor, Senador con mandato vencido) que, no solo participa sino que lidera y conduce el ejército cartista que se autoproclama custodio de los valores, de la moral y de la familia.

¿No recuerdan acaso los oficialistas pro familia que fue un video gestado por el propio ex Senador junto a dos señoritas voluptuosas lo que le permitió al líder político en cuestión ganarse, de manera inapelable dada la elocuencia de las imágenes, el mote de “pájaro muerto”? ¿En qué difieren las imágenes del otrora “calesitero” de feria hoy devenido en multimillonario gurú de la familia, de la moral y de la política respecto a las de Chaqueñito? ¿Por qué el video de éste resulta censurable mientras que el de aquél no merece reproche alguno? ¿Cuál es el motivo por el cual la “hiper producción” de “Chaqueñito” propició el rasgado de vestiduras así como furibundos discursos en defensa de los valores de la familia mientras que la “mega producción” del ladrón confeso de elecciones y del tildado ladrón de galletas por un gran caudillo de su propio Partido, no motoriza la indignación de los custodios axiológicos de la familia y de la moral?

Atendiendo a que espejando un porno — video con el otro no surgen diferencias ni atenuantes de orden moral (pues ambos son repugnantes, de mal gusto y profundamente contrarios a las buenas costumbres), tratando de entender la furibunda reacción del cartismo contra el pobre diablo a quien dos meses antes tenían en su mesita de luz, ensayé algunas especulaciones de orden jurídico.

Tomé la decisión de calzarme los lentes jurídicos no solo para tratar de vencer la perplejidad que me embarga sino porque además, asumo, que el comando cartista pro familia, puntillosos como son cuando se trata de promover valores, cuenta, no solo con jueces de la moral rigurosos, coherentes e inflexibles cual Torquemada o Bernardo Guidoni, sino también, con un Estatuto normativo que ayuda a dirimir las cuestiones polémicas que eventualmente se presenten dentro del movimiento político o temas que puedan poner en cuestión la familia o la moral tan bien representadas por los socios vitalicios de la secta como los Cartes, los Erico Galeano, los Zacarías Irún, los Galavernas, los “trato apu´á”, los Bachis, los Rivas, los Dionisios, los Leites, los Esgaib, los Lalos y todos esos tíos y abuelos ejemplares a quienes cualquiera de las madres del cartismo pro familia de seguro encomendarían a ciegas a sus hijitas o hijitos -sean niños o adolescentes- en la convicción de que serán bien cuidados o bien orientados cuando necesiten un consejo que ayude a mantenerlos en la senda de los valores que distinguen a una familia virtuosa.

Paréntesis: si las madres del cartismo me permiten un consejo, piensen bien antes de dejar que los tíos y abuelos con los que comparten tradiciones y en los que están pensando en este preciso instante sin necesidad que los nombre (¡sí, ellos! ¡esos mismos!! ¡esas mismas exactas personas!!), sienten y acomoden en sus rodillas a sus hijos e hijas pequeños o adolescentes para hablarles al oído tiernamente mientras brindan sus sabios consejos basados en testimonios de vidas coherentes e inmaculados… Como nos lo demostró dolorosamente la Santa Madre Iglesia, uno nunca sabe así que ojo… Fin del paréntesis.

Bien. Fue así, que con afán forense y buscando encontrar una explicación que justifique el desgarro de vestiduras en un caso y no en el otro, imaginé qué pueden expresar o prever los Estatutos del movimiento cartista pro familia. Así, recordé que el tío de la familia cartista conocido como “pájaro muerto” (entre otros muchos apodos dignos de la febril invectiva popular como “Ladrón de galletas, fariña y coquitos”, etc.), grabó su video hace unos siete u ocho años por lo que a lo mejor, cabe asumir que entre las reglas estatutarias de los cartistas pro familia, se previó la prescripción liberatoria.

También recordé que, pese a su empeño -y a las muchas pastillas azules que de seguro consumió-, el entonces Senador no pudo (angá) concretar el acto que él mismo filmó con la finalidad de solazarse en su grupo de timba o en las reuniones políticas o sociales donde dicta cátedra, por lo que imagino que el reglamento de pertenencia que rige entre los pro familia del cartismo no penaliza el ataque contra la moral en grado de tentativa sino solo los hechos consumados que concretan y materializan el daño a la moralidad oficial.

Paréntesis: Todo un avance evolutivo del cartismo pro familia con respecto a la dinámica sobre la que operaba su antecesor mediato, la Santa Inquisición, que no perdonaba ni siquiera la tentativa herética. ¡Viva la evolución! Fin del paréntesis.

También recordé que el ex Parlamentario -a diferencia de “Chaqueñito”- proporcionaba empleo (ciertamente con dinero de los contribuyentes pero empleo al fin) a las damas a quienes luego invitaba a protagonizar sus fallidos actos sexuales por lo que los pro familia del cartismo de seguro aplicaron algún tipo de indulto estatutario en base a la particular interpretación que suelen realizar en torno al manejo de la cosa pública.

Paréntesis: Basta recordar que los pro familia del cartismo (los rojos y los azules digo) justificaron el escándalo de los “nepo baby´s” alegando que sus tiernos retoños pueden ingresar por la ventana y de manera espuria a la estructura pública pues ellos mejoran la institucionalidad estatal dado que son moralmente superiores al resto y que estudiaron en mejores colegios que los paraguayos de a pie que concursan y padecen lo indecible para acceder a cargos públicos. Fin del paréntesis.

No pude evitar considerar que el Estatuto vigente en el seno de pro familias del cartismo, sea terminante respecto a que debe existir una víctima para ejecutar la exclusión de una persona por inmoral y, en el caso del ex Senador, no hubo víctima pues, a la hora de la verdad, en ese momento cumbre en el que el hombre se enfrenta a su destino, en ese instante decisivo y crucial que nos define para la eternidad, el “arma del delito” le falló enteramente al “pájaro muerto” quien no logró disparar pese a que su maltrecho revolver había sido desenfundado(*) y bastante bien sobado… Angá ná…

(*) Nota de la redacción: Respecto al final del párrafo anterior, sepa el lector que en la versión original el autor había consignado que “la espada no había sido desenvainada”. La redacción juzgó imperiosa la necesidad de modificar la frase pues, luego de contrastar la evidencia disponible, se advirtió que el símil con la espada no hubiese estado acorde con la absoluta flacidez de la estampa que legó para la posteridad el videíto casero del líder político y moral del cartismo. La redacción extiende sus más sentidas disculpas a los lectores pues suponemos que la impericia y la poca lucidez del autor de las cavilaciones jugaron en su contra.

Finalmente, y siempre como parte de las especulaciones ligadas al mundillo jurídico, no podemos descartar que, en su afán de no ser expulsado del cartismo, “pájaro muerto” haya contratado al abogado del Sr. Cartes (ese leguleyo mercenario cuyo nombre no recuerdo en este momento pero que se hizo célebre por tratar de borrachito melancólico a su patrón mientras sobornaba a agentes fiscales para montar causas a los disidentes) y, aprovechando la pericia y la falta de escrúpulos del hoy tristemente célebre mercader del derecho, supo encontrar una interpretación estatutaria que, bien leída y previo pago del “diezmo” (Malaquías 3:10) de rigor, contemplaba la absolución o el indulto del fallido, blandengue y flácido ex Senador.

Desde esa mirada y nuevamente en clave bíblica, podemos afirmar que el sodomita impotente (Génesis 19: 24–38) que dicta cátedra de moral mientras desde el quincho organiza a sus sicarios políticos, no sufrió la ira (Romanos 1:18–32 y Juan 3:36) de los cartistas por familia pues fue salvado por los Estatutos o al menos, por la interpretación a medida que de los Estatutos realizaron quienes le rinden pleitesía a ese sátrapa que tanto daño le ha causado a la Democracia Constitucional y con ello, a las familias que los cartistas chupacirios dicen proteger.

Se me ocurre, que tal vez “Chaqueñito” podría revisar si los Estatutos contemplan una instancia de apelación o revisión… si logró seducirlos antes, por qué no ahora. Si algo han mostrado ser los cartistas además de políticamente genuflexos, es que son moralmente flexibles….

Ahora sí y ya dejando a un lado la sátira en torno a las miserias propias derivadas de nuestra humana condición, el ejercicio o la catarsis realizados en estas modestas cavilaciones apuntan, modesta pero firmemente a llamar la atención sobre los nuevos enemigos que acechan a la Democracia Constitucional.

El fanatismo, junto a la miseria, la exclusión, la marginalidad y el crimen organizado, están instalados en la sociedad paraguaya. Una horda de fanáticos que, contra toda evidencia y toda lógica, se auto percibe virtuosa, logró agruparse en un movimiento político y cuenta con una mayoría coyuntural con la cual vienen justificando todos sus entuertos y desaguisados.

Paréntesis final: De hecho, mientras escribo estas líneas muchos de los integrantes de la horda cartista, se están -nuevamente- golpeando el pecho y estirando de los cabellos públicamente para reivindicar a uno de los suyos que fue abatido en su ley y están exigiendo con vehemencia inquisitorial que aparezca un chivo expiatorio (Levítico 16:10) que los redima. Fin del paréntesis.

Todo lo que viene sucediendo en el Paraguay, exige que, con las herramientas del constitucionalismo democrático, combatamos intensamente las nuevas formas que ha encontrado el fanatismo para reinstalar la persecución, el odio, la violencia, el terror y la intolerancia que siempre acechan esperando el momento propicio para atacar.

Paraguay se encuentra a un pasito de ese punto sin retorno que convirtió a Venezuela en la dictadura abyecta que es hoy y a la cual, para decirlo nuevamente con un símil bíblico, se llegó por el onanismo (Génesis 38:9) adolescente de la dirigencia opositora que, al igual que hoy en Paraguay, se deleitaba gozosamente con poses individualistas y narcisistas alejadas de las virtudes y el liderazgo positivo que la Democracia Constitucional requiere para construir y encaminar proyectos cívicos a nivel colectivo.

En lo personal, debo reconocer que esperaba que algunas de las personas de bien que integran el cartismo fueran capaces de realizar la saludable y necesaria auto crítica consustancial al buen funcionamiento republicano de la Democracia Constitucional. Así lo escribí en su momento en https://robertmarcialgonzalez.medium.com/grandes-esperanzas-92135b011e06).Sin embargo, fascinados con el poder y el dinero, prácticamente todos están empeñados en consolidar el proyecto autoritario que defienden consciente o inconscientemente.

Prueba de ello, que únicamente dediquen sus esfuerzos a cuestionar con virulencia la paja en el ojo ajeno, sin reparar un solo segundo en la viga que tienen en el propio (Mateo 7: 3–4).

SEÑOR: no sé si en este caso puedas perdonarlos ya que, a diferencia de los exaltados intransigentes que en su momento apañaron tu crucifixión, los fanáticos cartistas de hoy sí saben lo que hacen y además, lo hacen muy bien…

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